jueves, 8 de julio de 2010

Victor Lustig, el rey de los estafadores

Pocos personajes hay tan curiosos como Victor Lustig, al que se podría considerar como el rey de los estafadores.

Lustig nació en lo que hoy es la República Checa en enero de 1890. Poseía un carisma sorprendente y una sonrisa irresistible. Siendo aún joven abandonó su país y se dedicaba a estafar a los viajeros que iban en barco a Nueva York. A éstos les ofrecía una máquina que imprimía en papel blanco billetes de cien dólares. La única pega que tenía la máquina era que sólo sacaba un billete cada 6 horas. Los incautos echaban cuentas y enseguida estaban dispuestos a pagar miles de dólares por el maravilloso artilugio. Las 12 primeras horas el aparato producía dos billetes de cien dólares, pero pasado este tiempo sólo salía papel en blanco porque en su interior no había más billetes. Cuando los estafados se daban cuenta del engaño, Lustig ya no estaba a su alcance.

Después de un descanso en los viajes transatlánticos provocado por la I Guerra Mundial, en 1922 Victor Lustig llega a Missouri. Mostrando interés por una granja que el banco tenía hipotecada y que nadie quería, consiguió convencer a los banqueros de que era un conde austríaco venido a menos porque su familia había perdido todas sus posesiones a causa de la guerra. Por esta razón, había decidido trasladarse a América y rehacer su vida viviendo apaciblemente en el campo. Les ofreció acciones Liberty por valor de 22.000 dólares y les pidió un adelanto de 10.000 dólares para poder empezar a poner en funcionamiento su nueva granja. Con semejante historia de nobleza familiar los banqueros aceptaron encantados y en el momento de la transacción Lustig dio el cambiazo a los sobres que contenían los documentos, llevándose el dinero y las acciones.

En 1925 regresa a París y se entera de los problemas que tenía la ciudad para afrontar los gastos de mantenimiento de la Torre Eiffel. Se hizo pasar por oficial del gobierno y envió una invitación de negocios a seis industriales metalúrgicos. Organizó una reunión en la misma torre y los convenció de las ventajas de comprar el monumento y de los beneficios millonarios que obtendrían con ese negocio. Finalmente, organizó una puja entre los seis en la que apostarían una gran cantidad de dinero. El ganador fue un tal André Poisson. Victor tomó el dinero y escapó a Viena donde vivió a cuerpo de rey durante algunos años.

Tiempo después de su particular venta de la Torre Eiffel, Lustig convenció al mismísimo Al Capone de realizar un negocio, inexistente, por 40.000 dólares. Lejos de gastarse el dinero que le entregó el mafioso, lo guardó en un banco durante dos meses pasados los cuales se lo devolvió junto a una falsa nota de disculpa en la que comentaba que el negocio había fallado. Al Capone, sorprendido por la "integridad" de su nuevo socio, le envió la suma de 5.000 dólares en agradecimiento por no haber escapado con el dinero. De esta forma Victor Lustig no sólo se ganó el respeto de uno de los mayores jefes de la mafia, sino que además lo estafó.

Varios años después Lustig fue atrapado en una de sus estafas y enviado a la prisión de Alcatraz, donde, como era de suponer, se las ingenió para vivir como un rey.

Fuentes:
Anfrix
Intrínseco y expectorante
Andinia.com

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