En 1957 Ford produjo el paradigma de vehículo con más defectos de diseño. Su nombre era Ford Edsel.
En el Ford Edsel las puertas no cerraban bien, los portamaletas y capós no abrían, las baterías se descargaban, los cláxones se quedaban atascados, los tapacubos se desprendían, la pintura se cuarteaba, las transmisiones se rompían, los frenos fallaban y los interruptores no podían ser activados ni con la fuerza de tres personas juntas. El Edsel, además, consumía demasiada gasolina y tenía una pésima potencia.
Es decir, era la ley de Murphy en forma de coche.
Pero no acababan ahí los problemas del Ford Edsel. También era uno de los coches más grandes y lujosos jamás construidos, coincidiendo justo con un período en que la gente reclamaba coches menos ostentosos y más utilitarios. Así que el Ford Edsel tampoco fue una buena idea comercial. O tal y como lo resumió la revista Time:
Era un caso típico del coche menos indicado para el mercado menos conveniente en el momento menos oportuno.
O tal y como señala Stephen Pile en El libro de los fracasos heroicos:
Aunque ya fue impopular desde el principio, la popularidad del coche decayó. Un informe comercial de la época comparaba la gráfica de ventas del Edsel con una pista de esquí terriblemente peligrosa. Añadía además que sólo se había dado un caso de robo de un Edsel, que se supiera.
El Edsel es muy codiciado por coleccionistas dada su fama de uno de los coches más feos existentes. Solo quedan 6.000 Edsels.
Fuente | Xataka Ciencia
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