Si al finalizar del verano se te cae el pelo, no eres el único. Cuando está a punto de comenzar el otoño, y el número de horas de luz disminuye, cambia el ritmo de la producción de hormonas sintetizadas en la glándula pineal, sobre todo los niveles de melatonina, afectando al crecimiento y a la caída del cabello.
En los seres humanos, existe un ciclo de vida capilar que implica que cada pelo pasa por una fase de crecimiento (anágeno), seguida de un estancamiento (catágeno) y la posterior caída (telógeno). Todo este proceso está controlado por un “reloj” molecular ubicado dentro de los folículos pilosos donde nace el cabello. Cada pelo sigue su ciclo de forma independiente del resto, lo que permite que los humanos mudemos nuestro “pelaje” progresivamente a lo largo de todo el año. Sin embargo, diversos estudios demuestran que a principios de otoño los cambios hormonales hacen que el número de pelos en fase de telógeno aumente y que crezcan menos pelos nuevos que en otras estaciones. Eso implica que, si en condiciones normales se desprenden diariamente en torno a 100 pelos de nuestra cabellera, entre septiembre y noviembre la pérdida capilar puede duplicarse o triplicarse. El proceso no suele durar más de tres meses y es totalmente reversible. Y parece que afecta también a los vellos de la barba y de las piernas.
Algunos investigadores sugieren que este ciclo nos proporciona una ventaja evolutiva, ya que reduce la caída de cabello durante el invierno y la pospone hasta finales del verano y principios de otoño, lo que nos permite proteger mejor la piel de los rayos solares durante la época de mayor radiación.
Fuente | Muy Interesante
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