miércoles, 28 de septiembre de 2011

La medusa cofre




Queensland, Australia, es un buen lugar para vivir. Sol, playas, surf… sin embargo, Queensland también acoge otra cosa en sus aguas. Quizá la criatura más mortífera que podamos imaginar: en las playas del trópico hay más cosas que pueden matarte que en toda Australia.

En la temporada en la que las medusas cofre se acercan a la costa a criar, de octubre a mayo, nadie se mete en el agua de la playa.

Las medusas cofre, conocidas en Queenland como “aguijones marinos“, son capaces de proporcionarte una agonía cósmicamente inimaginable. El dolor más profundo e intenso que seas capaz de concebir, a años luz de cualquier intervención odontológica, muy lejos de una piedra en el riñón, más allá de una puñalada en la pierna.

No en vano, la medusa cofre es el animal más letal de su especie. Bill Bryson, en su libro En las antípodas, narra esta anécdota para que nos hagamos una idea de lo que es capaz de perpetrar esta delicada bolsita transparente:
En 1992, un joven de Cairns, ignorando todas las advertencias, se fue a nadar en aguas del Pacífico a un lugar llamado Holloway Beach. Se bañó y zambulló, riéndose de sus amigos de la playa por su prudente cobardía, y de repente se puso a gritar con un sonido inhumano. Dicen que no hay dolor comparable. El joven se arrastró fuera del agua, cubierto de rayas como latigazos donde los tentátuclos de la medusa lo habían rozado, y sufrió un ataque de temblores. Poco después llegó la ambulancia, lo llenaron de morfina y se lo llevaron para atenderlo. Y esto es lo peor: incluso inconsciente y sedado no paraba de gritar.
En el Museo Tropical de Townsville guardan un ejemplar, para quien quiera contemplar este bicho de diseño tan simple y terrorífico: dentro del frasco flota una medusa translúcida de forma rectangular (por eso el nombre) de apenas diez centímetros de largo por cinco de ancho. En cada uno de sus cuatro extremos, la medusa guarda un racimo de tentáculos enrollados que apenas sobresalen tres centímetros.

Contrariamente a la creencia popular acerca de su movimiento y a diferencia de las medusas comunes, que en su mayoría son ciegas, ésta especie posee cuatro grupos de veinte ojos. Pero no está claro si pueden seguir objetivos con la vista ni tampoco cómo procesan las imágenes, ya que no poseen sistema nervioso central. Nada en impulsos de 1,5 m por segundo, lo que le proporciona velocidad suficiente para atrapar peces.

Habita generalmente en aguas tropicales de Australia y otras áreas del océano Índico occidental y del Pacífico. Se han avistado especímenes en aguas de Papúa Nueva Guinea, Filipinas y Vietnam, si bien se desconoce su distribución exacta.

En definitiva, un cofre de muerte, la caja de Pandora. Sin embargo, algunos animales son inmunes a su toxina, como las tortugas de mar, que se alimentan de ellas sin sufrir daño alguno.


Fuente | Xataka Ciencia

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