¿Quién no ha soñado alguna vez con una lluvia de oro? Un tesoro caído del cielo que nos hiciera más ricos y poderosos…
Pues investigadores de la Universidad de Bristol (UK) han realizado un análisis de alta precisión sobre algunas de las muestras de rocas más antiguas de la Tierra y han descubierto claras evidencias de que, al menos una vez, la fantasía se hizo realidad.
El estudio, que aparece publicado en la revista Nature, cuenta que las reservas de metales preciosos como el oro y el platino son el resultado de un violento bombardeo de meteoritos ocurrido hace unos 3.900 millones de años, unos 200 millones de años después de que la Tierra se formara.
Durante la formación de nuestro planeta, el hierro fundido se hundió hacia el centro para formar el núcleo terrestre. Proceso que se llevó consigo la gran mayoría de los metales preciosos del planeta, como el oro y el platino.
De acuerdo con esta teoría, la retirada del oro hacia el núcleo debería haber dejado la parte externa de la Tierra carente de alhajas. Sin embargo, los metales preciosos son decenas de miles de veces más abundantes en la corteza terrestre de lo que se pudiera esperar. ¿Por qué?
Los investigadores siguieron la pista al tungsteno. El tungsteno es un elemento muy raro (un gramo de roca contiene solo alrededor de una diez millonésima parte de un gramo de tungsteno), y, como el oro y otros materiales valiosos, debería haber entrado en el núcleo cuando se formó.
Al comprobar su firma isotópica, que es algo así como la huella dactilar de su origen, los investigadores observaron una disminución de 13 ppm en las tasas de tungsteno entre las rocas de Groenlandia y la actuales.
Este cambio, pequeño pero significativo, apoya la teoría de que los meteoritos añadieron una capa de material después de la formación de la Tierra y explica la sorprendente abundancia de oro y otras riquezas accesibles que pueden ser extraídas en la actualidad.
Fuente | Xataka Ciencia
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