Una investigación de la Universidad Nueva de Alberta (Canadá), muestra la primera evidencia de que las bacterias que respiran oxígeno ocuparon y prosperaron en tierra firme 100 millones años antes de lo previsto. Los investigadores muestran que la forma más primitiva de vida con respiración aeróbica se hizo patente hace 2.480 millones de años.
El equipo de investigación, dirigido por el geomicrobiólogo Kurt Konhauser, hizo su hallazgo mediante la investigación de un vínculo entre los niveles de oxígeno atmosférico y el aumento de las concentraciones de cromo en la roca de antiguos fondos marinos.
"Nosotros sugerimos que el salto en los niveles de cromo fue provocado por la oxidación de la pirita mineral (oro falso) sobre la tierra", dijo Konhauser.
La oxidación de pirita es un proceso químico simple impulsado por dos cosas: las bacterias y el oxígeno. Los investigadores dicen que esto demuestra que los niveles de oxígeno en la atmósfera de la Tierra aumentaron dramáticamente durante ese tiempo.
"Las bacterias aeróbicas disolvieron la pirita, que desprendió un ácido que disuelve las rocas y suelos en un cóctel de metales, como el cromo," dice Konhauser. "Los minerales fueron trasladados luego a los océanos por la escorrentía del agua de lluvia".
"Nuestro examen de los datos del fondo marino antiguo muestran cómo los niveles de cromo aumentaron significativamente hace 2.480 millones de años", dijo Konhauser. "Esto nos da una nueva fecha para el Gran Evento de Oxidación, el momento en que se manifestó por primera vez el oxígeno en la atmósfera".
El aumento de los niveles de oxígeno atmosférico impulsó el desarrollo de nuevas especies de bacterias. Incluso dicen que el análogo moderno de la primera forma de vida primitiva dependiente de oxígeno en la Tierra todavía está con nosotros.
"Las mismas formas de vida bacteriana siguen hoy aquí, viviendo de la pirita y la sedimentación en las aguas residuales altamente ácidas de las minas en todo el mundo", dijo Konhauser.
La investigación realizada por Konhauser y su equipo se publica en la edición del 20 de octubre de la revista Nature.
Fuente | Europa Press
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