La palabra LED proviene del inglés Light-Emitting Diode y como muchos deben saber esta nueva o no tan nueva tecnología está acaparando gran cantidad de todo lo que utilizamos diariamente. Esto ha ocurrido por una simple razón, es mucho más eficiente que todos los sistemas lumínicos que teníamos antes.
Oleg Vladimírovich Lósev fue el primero en inventar un LED y aunque esto fue en 1927, sólo empezaron a ser utilizados a partir de 1960. En esa época solamente se contaba con LEDs de color rojo, verde y un amarillo muy débil.
Esto limitaba mucho los usos que se le podía dar a los mismos. Fue en 1993 cuando Shuji Nakamura descubrió un método muy económico de fabricación de otros colores como el azul. Esta nueva posibilidad abrió las puertas para toda una nueva gama de productos y funcionalidades, que podemos ver hoy.
Albert Einstein explicó hace muchos años el efecto fotoeléctrico de algunos materiales. Estos materiales al ser sometidos a una corriente eléctrica generan luz. Los LEDs funcionan bajo este principio fotoeléctrico y sólo pueden crear una frecuencia determinada de luz, o sea un solo color, sin embargo cambiando los materiales usados se puede cambiar el color.
El principio fotoeléctrico funciona de manera opuesta a los paneles fotovoltaicos donde al recibir luz estos crean electricidad, los LEDS funcionarían básicamente con la ecuación inversa.
La base de la tecnología LED está basada en el diodo, un componente electrónico de dos puntas que permite la circulación de energía a través de él en un solo sentido.
Básicamente el funcionamiento de un LED consiste en el envío de energía a través de los materiales conductores. Siendo más específicos, se envía un electrón a través de la banda de conducción a la de valencia y en este proceso se pierde energía.
Esta energía perdida puede manifestarse en forma de un fotón con amplitud, dirección y fase aleatoria. De esta manera la circulación de energía hace que se genere luz. Sin embargo no todo es luz, sino que al igual que las lámparas convencionales las LEDs también desprenden calor, pero en una cantidad mucho menor.
La vida útil de estas lámparas es muy superior a las bombillas convencionales. Mientras que una bombilla normal cuenta con una vida útil de unas 5.000 horas, la vida útil de un LED es superior a las 100.000 horas de luz, estamos hablando de 11 años de continua emisión lumínica.
Además de esto el LED es mucho más eficiente económicamente, ya que el 80% de la energía que consume se transforma en luz. Por otro lado las bombillas convencionales solo transforman el 20% de lo que consumen en luz, todo lo demás se vuelve calor.
Fuente | Ojocientífico
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