El 10 de febrero se estrena en cines de España la versión en 3D del primer capítulo de la saga de George Lucas, ‘La amenaza fantasma’
El resultado final quedaba bastante verosímil. Había pilotos, naves galácticas, cables y cajas, es decir, una reconstrucción creíble del hangar de unos rebeldes que preparan la batalla final contra un imperio estelar. Eso sí, la sala quedaba un poco vacía. Así que finalmente George Lucas y su equipo decidieron emplear unos recortables de cartón para recrear más astronaves al fondo del hangar. Al fin y al cabo, era 1977 y allá donde no llegaban los recursos tecnológicos intervenían fantasía y chapucillas. Aun así los efectos especiales de La guerra de las galaxias fueron considerados revolucionarios, tanto como la película. Unos 35 años después el cartón ha sido sustituido por el ordenador y la saga galáctica más famosa de la historia del cine, ya reestrenada una vez tras su remasterización, se lanza ahora a la tercera dimensión: el 10 de febrero debuta en España la versión 3D de La amenaza fantasma, primer capítulo según el orden cronológico de la trama, aunque cuarto por orden de realización.
La película debería ser la primera entrega de una novela tridimensional que cada año propondrá la reedición de otro capítulo, siguiendo la línea temporal de la historia: El ataque de los clones en 2013, La venganza de los Sith en 2014, y, luego, las tres películas originales. Sin embargo la duración del proyecto depende mucho de la taquilla: esa es la incógnita determinante de una ecuación que los asistentes al preestreno en Pozuelo de Alarcón (Madrid) no acababan de entender.
Al terminar la proyección, los juicios sobre la galaxia en 3D oscilaban de “regular” a “no merece la pena”. Algunos le ofrecían a Lucas la justificación de que el filme fue rodado en 1999 y ha tenido que ser readaptado a las tres dimensiones. Pero la mayoría suspendía el nuevo proyecto del cineasta. “El 3D apenas se nota, los combates están desaprovechados. Lo mejor son los subtítulos amarillos del principio”, comentaban dos amigos.
Fuente | El País
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