Comandos militares libios, apoyados por mercenarios extranjeros, han disparado hoy contra las miles de personas que acudían al cementerio de Bengasi a enterrar a los 35 muertos del sábado. El principal hospital de la ciudad está colapsado y se ha quedado sin suministros para atender a las víctimas. Hay cientos de heridos, muchos de gravedad, según fuentes hospitalarias citadas por las agencias internacionales.
Esta represión es la más violenta de todas las que ha habido hasta ahora contra las revueltas populares en el mundo árabe.
Desde el pasado martes, cuando arrancaron las manifestaciones para pedir la caída del régimen del Muamar al Gadafi, han muerto al menos 173 personas, según un recuento de la organización Human Right Watch (HWR), aunque algunos testigos elevan las víctimas hasta 200.
Según la cadena qatarí Al Yazira, que cita el informe de la ONG, de las 173 víctimas mortales durante la intervención de las fuerzas de seguridad, 90 sucedieron en Bengasi, la segunda ciudad del país, informa la agencia Reuters.
El periodista libio Sami Mahmud, que está en Bengasi y a que ha sido entrevistado por la cadena qatarí, calcula que el número de muertos en la región sobrepasa los 200 y el de heridos los 900.
Las fuerzas leales a Gadafi están atrincheradas en una base militar del centro de la ciudad, donde también se ubica un palacio presidencial. Desde allí disparan sobre la ciudadanía indefensa. Utilizan artillería y ametralladoras. La policía ha desaparecido de las calles de Bengasi y los habitantes han organizado su propia seguridad. Dominan amplias zonas de la ciudad, según varios vecinos contactados por teléfono.
Unos 50 clérigos musulmanes han pedido el fin inmediato de la violencia, en un llamamiento del todo inusual y que, de entrada, les coloca de parte de los manifestantes.
La ausencia de prensa internacional, la dificultad de conectarse vía Internet y las interferencias en la red de telefonía móvil han aislado a Libia y hacen muy difícil confirmar las noticias que los propios vecinos envían como pueden.
La noche del sábado al domingo, según varios testimonios, habría visto las primeras escaramuzas en Trípoli, la capital, plaza fuerte de Gadafi, en el poder desde 1969 y decano de los dictadores africanos. Los choques con las fuerzas policiales habrían ocurrido en barrios periféricos.
El ministro británico William Hague ha condenado con dureza la represión y ha pedido a Gadafi que respete los derechos humanos. Por su parte, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, no ha querido inmiscuirse. La prensa le ha pedido una valoración, pero él ha respondido que “no quiero molestar a nadie”. A Gadafi le ha puesto la alfombra roja cada vez que ha visitado Roma. Las compañías italianas de benefician de muchos contratos públicos en Libia.
El régimen ha enviado a Bengasi a sus unidades de elite. Están formadas por mercenarios y, según la cadena Al Yazira, varios han sido capturados por la población.
Los clérigos, en un comunicado difundido por la agencia Reuters, apelan “a cada musulmán, tanto dentro del régimen como ayudándolo de la manera que sea, a reconocer que nuestro Creador y su amado Profeta de la Compasión (que la paz esté con Él) prohíben la muerta de seres humanos inocentes. No matéis a nuestros hermanos y hermanas. Detened la masacre ahora”.
En un país donde la religión principal es el culto a la personalidad de Gadafi, y donde el régimen tiene, gracias al petróleo, capital de sobras para atender las demandas sociales más urgentes, no está claro qué fuerza puede tener el mensaje de los 50 religiosos.
Un vecino de Bengazi, citado por la BBC y cuya información no podía ser contrastada, ha asegurado que los militares se han refugiado en una base militar y que están rodeados por la multitud. “El resto de la ciudad ha sido liberado”, asegura. Unos italianos citados por Ansa, afirman que la ciudad es un caos, con los edificios oficiales en llamas y nadie en las calles.
Diversas informaciones aparecidas en foros de Internet hablan de que el Ejército ha utilizado morteros y ametralladoras contra la población. Si es así, el número de muertos será muy superior al que ahora se estima. El Gobierno no ha difundido ninguna cifra de víctimas. Ni siquiera ha informado de los brotes de violencia en Bengasi y otras ciudades del norte.
El régimen parece dispuesto a modificar el Gobierno y ha descentralizar la administración, pero estas promesas no han tenido ningún efecto en Bengasi.
Las protestas arreciaron el miércoles tras la detención en Bengasi de un abogado activista de los derechos humanos. Desde entonces, al espiral de violencia es tan grande que parece imposible una vuelta atrás. O cae el régimen o la represión sobre la población será brutal, afirman fuentes diplomáticas europeas citadas en la prensa internacional.
Fuente | La Vanguardia
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