La mirada del enemigo derrotado

Una columna de oficiales franquistas presos sale de Teruel a pie. Demacrados, ateridos y envueltos en mantas. Robert Capa (la mirada depredadora del reportero) fotografía la larga fila, se aproxima, selecciona pequeños grupos y caza la cara más desencajada, la mirada más perdida y vulnerable. «Vi cómo se los llevaban, ceñudos, expectantes, pálidos pero serenos», escribió el corresponsal Herbert Matthews sobre ese día.

¿Cómo retrata Capa al enemigo cautivo? El reportaje de Teruel es el primero de una larga serie: italianos en Túnez y Sicilia, reclutas alemanes desvalidos, o SS desafiantes, en Italia, Normandía, París... ¿Era su mirada humanitaria, o era la de un beligerante que muestra la presa? Un indicio: nunca miran a la cámara. El vencido rehuye la humillación, claro. Pero en las fotos de Capa, la mujer que ha perdido su casa por las bombas en Madrid, la niña refugiada en Barcelona, el republicano encerrado en un campo francés, miran a la cámara. El fotógrafo les da la oportunidad de interpelar al lector.

¿Qué pasaría por la cabeza de ese militar? Uno de los 120 jefes y oficiales hechos prisioneros en Teruel vive aún. Eugenio de Azcárraga, empresario valenciano, 94 años y cabeza clara, era un joven alférez que combatió en el último reducto de Teruel, el del Seminario, hasta el 8 de enero. Mira las fotos, no se reconoce y sospecha que se trata de los defensores del cuartel de la Guardia Civil: es más, cree identificar entre ellos al teniente Alfonso Fernández de Córdoba y a un chusquero con el que compartió celda. Porque toda la guarnición de Teruel estuvo recluida en Valencia y Montjuïc y fue llevada al Collell (Azcárraga se escapó saltando del tren). Algunos fueron fusilados allí, en el episodio narrado en Soldados de Salamina.

¿Esperaba el oficial de la foto ese final? Es tentador interpretar así su mirada. Azcárraga no lo cree: «Malcomidos, después de dos días sin beber, estábamos atontados. No esperábamos nada. Descansamos».

Fuente: El Periódico