El pasado sábado, la policía detenía en Malmö al sospechoso de ser el «nuevo asesino del láser», autor de ataques racistas en los últimos meses. La historia se repite. Han pasado 20 años desde que en 1991 y 1992 Suecia vio impotente cómo un asesino en serie cometía 10 atentados con arma de mira láser contra 11 inmigrantes de pelo oscuro. Uno murió, otros aún sufren secuelas.
Fue un trauma nacional similar al del asesinato del primer ministro Olof Palme. Antes de convertirse en el asesino del láser, por lo que hoy cumple cadena perpetua, John Ausonius fue sospechoso de aquel magnicidio. De madre alemana y padre suizo, «los policías lo imaginaban como un vikingo alto, rubio y de ojos claros. Lo que más les sorprendió fue que era de tez y pelo oscuro y origen inmigrante», explica en Barcelona el reconocido periodista sueco Gellert Tamas, quien realizó una ingente y «obsesiva» investigación que cristalizó en El asesino del láser (Debate / La Campana), una crónica real, «un libro de no ficción escrito como una novela», publicado en Suecia en el 2002.
Amén de más de 20.000 páginas de archivos de la investigación y entrevistas a policías, víctimas, familia y amigos de Ausonius, Tamas, paradójicamente de padres húngaros, es el único con quien el asesino accedió a hablar (a quienes no soporta, dice, «es a los inmigrantes no europeos»). 40 horas de conversación: «Hablaba sin parar. Dijo que hacerlo era un desahogo. Creía que había llegado el momento de contar la verdad». «Es bastante inteligente, habla tres idiomas, lee Newsweek o Time -cuenta el periodista-. Pero es narcisista y carece de empatía. Decía que no sentía nada hacia sus víctimas. No tenía remordimientos. Había asumido el papel de Dios decidiendo quién debía morir. No tenía problemas en hablar fríamente de los asesinatos o los atracos a bancos que cometió, pero era reticente y agresivo ante preguntas personales, de su infancia o sus padres». Tuvo una madre que le pegaba y un padre mujeriego. Era un inadaptado con problemas de relación, un yuppie de 38 años, un jugador arruinado que pasó por el psiquiátrico y por la prisión por fraude.
«Nunca se sintió aceptado en sociedad. Se sentía extranjero, le llamaban negrata. De adulto se cambió el nombre, se tiñó el pelo y se puso lentillas azules. Matar a inmigrantes era decir 'quiero ser un sueco, no un inmigrante. Era un autoasesinato o suicidio simbólico, el paso para ser aceptado por la sociedad», opina Tamas, que añade que «en realidad era el espejo, la cara oscura de la sociedad sueca de principios de los 90, percibida como una de las democracias más estables, un paraíso en la tierra, cuyos cimientos fueron sacudidos por una sola persona».
El libro denuncia el racismo y los neonazis, como hizo Stieg Larsson, colega de Tamas y que una vez le dijo que llegó a empezar un libro sobre el asesino del láser pero que lo dejó por Millennium. Según el periodista, la gente «aprendió de aquello» y ahora que vuelve a haber crisis económica, acalorados debates sobre racismo, ataques a inmigrantes y la extrema derecha vuelve a estar en el Parlamento, la sociedad ha reaccionado vivamente en contra.
¿Qué le pareció a Ausonius el libro? «Me dijo 'es un buen libro, pero no hablaré contigo nunca más'».
Fuente:
El Periódico
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