viernes, 20 de mayo de 2011

Hashima, la isla fantasma




Hashima es una isla de Japón, situada a 20 km del puerto de Nagasaki. La isla mide 480 m de largo por 150 de ancho y está encuadrada en un conjunto de pequeñas islas, muchas de ellas deshabitadas.

Hashima, también llamada Gunkanjima, no fue abandonada a causa de una guerra, ni un desastre nuclear, los motivos del abandono de Hashima, fueron económicos. La única explotación minera de la isla se cerró y todos los trabajadores perdieron sus puestos de trabajo de la noche a la mañana y con ello todos los servicios que se habían creado alrededor.


Se encontró en el subsuelo marino una veta de carbón y llegaron los primeros habitantes a la isla en 1887. Pero fue en 1890, cuando la compró la empresa Mitsubishi, cuando llegó su explotación industrial.
El fuerte oleaje y los frecuentes tifones que en ocasiones azotaban a la isla, fueron la causa de que en 1907 se amurallara todo el litoral, para protegerla.

En 30 años, Hashima pasó de estar prácticamente despoblada a albergar a 3000 personas. Es en 1916 cuando Mitsubishi construye el primer bloque de apartamentos. Era de hormigón, tenía seis plantas y balcones de madera. Su práctica arquitectura marcó las edificaciones posteriores, que llegaron a alcanzar diez plantas que se unían entre ellas, creando un laberinto de pasillos estrechos, corredores y escaleras. En 1917 se construye el Nikkyu, un complejo de apartamentos en forma de “E” y el edificio más alto de Japón. En 1918 empezó la construcción del siguiente bloque…

Se llegaron a construir 30 edificios de apartamentos en una superficie de 1,5 km2 y, mientras la construcción se paraba en todo Japón a causa de la Segunda Guerra Mundial, en Hashima se seguía construyendo gracias a la demanda de carbón.
Durante el ataque a Pearl Harbour y el conflicto con los Estados Unidos en 1941, la mina entregaba 400 toneladas de carbón anuales.


Hashima tiene su particular historia negra. 600 presos coreanos y una cantidad indefinida de presos chinos llegaron a la isla para ser esclavizados en la mina. De ellos, 1.300 murieron de malnutrición, enfermedades y accidentes. El alimento de los trabajadores esclavizados, era a base de sobras de alubias y arroz mezclado con un puré de sardinas, y las condiciones del trabajo muy duras. Un superviviente de los presos coreanos, Sun Jung-Woo, describió el peligroso trabajo de la mina que cada semana se cobraba la vida de cuatro o cinco personas.
El acceso a la mina era a través de un ascensor que llevaba a una gran cámara, desde ese vestíbulo se excavaban los túneles para extraer el carbón debajo del lecho marino. El peligro de derrumbamiento a causa del peso mar era constante y la inhalación de gas fatal. 50 esclavos murieron arrojándose al mar desesperados desde las murallas de Hashima, intentando alcanzar Tarashima, que no se encontraba demasiado lejos.
Sin embargo, Mitsubishi siempre se ha negado a pedir disculpas por usar mano de obra esclava durante la guerra.

La bomba atómica que se lanzó sobre Nagasaki en 1945, puso punto final a la guerra y Japón se enfrentó a la posguerra y a las secuelas de la bomba atómica.
Entre 1950 y 1953, Hashima vivió una segunda época dorada a causa de otra guerra, la de Corea. La demanda de carbón volvió a subir. En 1959 la isla de Hashima era el lugar con más densidad de población del planeta, 83.500 personas por km2. En la isla había cafés, restaurantes, casinos, clubs, una escuela con gimnasio y patio, guardería, un hotel, un hospital con ala de aislamiento, una pista de tenis, una pequeña comisaria, su propia oficina de correos, baños públicos y un burdel.


Cuando algún trabajador llegaba a la isla, viniese o no acompañado por su familia, se le asignaba un apartamento, según una organización jerárquica de clases. Si era soltero o perteneciente a una subcontrata, la vivienda que le era asignada constaba de una sola habitación, con cocina y baño común. Si era empleado de Mitsubishi y venía acompañado de su familia, el apartamento tenía dos habitaciones de 10m2 cada una con cocina y baño propios. Los oficiales de primera, maestros, médicos y el personal más relevante, tenían un apartamento similar pero con más lujos. No quedó ni una sola zona verde en toda Hashima. La única casa que se construyó en toda la isla, pertenecía al director de la mina, que simbólicamente se encontraba en el punto más alto.

En 1963 la población alcanzó su pico más alto llenando las casas de electrodomésticos, neveras, televisores, y llegó la moda de cultivar plantas en las azoteas y balconadas de los edificios.


A finales de los 60 el petróleo empezaba a sustituir al carbón, se cerraron minas por todo Japón y Mitsubishi se vio obligada a trasladar a los trabajadores de Hashima a otras zonas. El 15 de enero de 1974 se celebró en el gimnasio una ceremonia para anunciar el cierre de la mina y en menos de cuatro meses sus habitantes abandonaron la isla. Las tiendas se quedaron sin clientes, marchaban con lo justo y el 20 de abril de 1974 se fue el último residente de Hashima.

De la mina se extrajeron 16,5 millones de toneladas de carbón. Las vidas de los habitantes de Hashima, se pararon en seco con el cierre de la mina. Abandonaron sus hogares tan sólo con lo necesario, tal vez por la incertidumbre de qué pasaría con sus vidas, dónde iban a vivir y qué les depararía el futuro. El único sustento de la isla se acababa y con ello las ilusiones de sus gentes. Los platos quedaron por fregar y las cenas puestas en las mesas. Sus gentes salieron a toda prisa, ligeros de equipaje, en busca de una nueva oportunidad para rehacer sus vidas. Y Hashima quedó abandonada deteriorándose en el tiempo.

Desde el año 2009, Hashima está abierta al turismo y es posible visitarla.


Fuente | La caja caótica


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