miércoles, 5 de enero de 2011

Lago de la Media Luna, ¿el fin de un oasis?


Durante miles de años, peregrinos y comerciantes que transitaban la Ruta de la Seda hacia el oeste, han utilizado el oasis de la Media Luna como última parada antes de enfrentarse a las dificultades del desierto del Gobi. A seis kilómetros de la ciudad de Dunhuang el oasis ha soportado el paso de los milenios. Sin embargo, ahora puede que tenga sus días contados.


Dunhuang fue durante más de 2.000 años una importante entrada a China, así como una salida hacia el oeste. Los viajeros seguían una ruta a través de una serie de oasis bordeando las arenas implacables del Gobi y del desierto de Taklamakan. De esta manera evitaban también a los fantasmas y demonios, que según se decía rondaban el desierto.


Es fácil imaginar el placer que sentían los viajeros al llegar al Lago de la Media Luna. Los lugareños dicen que toma su forma del ojo de una bella y seductora mujer. Sin embargo, hoy en día la existencia del oasis se ve amenazada.


En los últimos treinta años el nivel del agua ha bajado unos 7,5 metros. Esto es debido principalmente a dos causas: por un lado, los agricultores locales han abierto canalizaciones para regar sus cultivos, y en segundo lugar la población de Dunhuang se ha visto más que duplicada en este período. Alimentar el lago artificialmente por medio de una acequia no es posible debido a los contaminantes, así que cada año se va encogiendo irremediablemente.


La frágil hidrología del desierto, estable durante miles de años, se está agotando ahora debido única y exclusivamente al impacto humano -se consume mucha más agua de la que el oasis puede suministrar-.


El problema se agrava por el hecho de que el oeste de China es la región más pobre del país, y su único recurso es la agricultura.


El río Dang, que fluía junto a la ciudad y fue lo que inspiró a los colonos a asentarse allí, fue represado hace algunas décadas. El rendimiento de las granjas locales mejoró, y con esa mejora se produjo la inevitable llegada de personas para construir más granjas. Más gente significa mayor demanda de agua, y es por eso que la capa freática inevitablemente empezó a disminuir.


En un intento desesperado de evitar la catástrofe, los funcionarios locales han puesto en marcha una nueva y estricta política: no se permite excavar nuevos pozos, no se pueden tener tierras de cultivo adicionales de regadío y no se permite el asentamiento de nuevos inmigrantes.


Créditos de las imágenes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

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